Mirando con la mirada a través de la ventana al mar, los recuerdos se transforman en nubes acompañándome un viaje profundo a la intimidad, como algo sublime y huérfano, como algo frío y caluroso, de vez en cuando, tengo tiempo para poder tener el placer de escarbar por dentro de mis sentimientos.
Sin miedo a lo sentido, la vida es la espera eterna, en multitud de olas disfrazadas de diferentes formas de caminos, llenos de tránsitos dolorosos, caídas y fallos, y a veces, puede que ni entiendas por qué...
Es a veces, el desborde de un río de lágrimas, buscando, revolviendo, desgarrando...
Selección de pensamientos, pero no puedes, controlar ser tú, el camino te adiestra, pero tus emociones más profundas, aunque las ocultes, vuelven... Cómo las olas... Un ciclo que entra en bucle, haciendo que necesites escapar y gritar.
El tren pasa, buscas la esperanza y templanza, que solo se entienden cuando haz viajado muchas veces, y sintiendo que necesitas cambiar de camino o destino para lograr a ver sin niebla en el tránsito y seguir admirando el viaje, lleno de maizales brillando en el horizonte el despertar de lo que buscabas, un luz que te temple por dentro y no sea dependiente, mientras las urbes pasan como dibujos de ilusiones ópticas dibujando interiormente tus sueños más profundos haciéndolo por un momento realidad.
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